El dilema de los damnificados
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Fotografía fuente: El Universal |
"Qué gente tan de lo último", esa fue la primera impresión que
tuve al observar el caos dejado en las calles que bordean la Torre El Chorro;
edificio que funciona como refugio para algunas de las familias que resultaron
damnificadas luego del estado de contingencia generado por las lluvias
suscitadas en el país desde septiembre del año 2010, hasta los primeros meses
del siguiente año.
Calles cerradas, restos de objetos quemados, vidrios quebrados, alimentos
arrojados al pavimento, personas curiosas y unas cuantas decenas de Guardias
Nacionales vigilando el lugar; es lo que puede apreciarse, hoy 26 de enero, al
caminar por pleno Centro de Caracas e intentar aproximarse a la antigua
"Torre Unión", sede actual de tres importantes Ministerios del país.
Lo que paso por mi mente al observar lo ocurrido ha sido un comentario cargado
de prejuicios, pero así como yo, más de uno piensa de la misma manera.
Posiblemente, la diferencia entre el resto de las personas y yo, es que me he
detenido a reflexionar, más allá de lo que pasa, en el trasfondo de la
situación.
Se muy bien que las zonas propensas a padecer ante una contingencia de orden
natural son aquellas en las que las viviendas no cumplen con los correctos -o
al menos los mínimos- requisitos para su construcción.
En Venezuela, la mayoría de viviendas que resultan afectadas están ubicadas en
terrenos de alto riesgo. Por lo general, estos sectores son,
socioeconómicamente hablando, los más deprimidos; mientras que las personas que
se desenvuelven en este mundo de vida, sin intención de generalizar, divergen
en las prácticas de vida con respecto a otras que habitan en zonas en las que
se tiene mejores condiciones y mayores oportunidades de empleo y educación.
Los damnificados no son exclusivamente comunidades marginales. Pero, más allá
de una mirada economicista, recordemos que la mayoría proviene de contextos en
los que la ciudadanía termina configurándose con marcadas diferencias respecto
al deber ser y actuar del resto de la sociedad; acciones que, a palabras de Edgardo
Lander, no son más que meras acepciones eurocéntricas. Entonces bien, algo de
justificación tengo al lanzar la afirmación con la que empiezo este escrito;
pues, efectivamente, sus comportamientos han sido condenados históricamente por
tratarse de prácticas culturalmente mal vistas.
Si llevamos este asunto a la realidad que hoy observo, podríamos asociar
fácilmente el comportamiento de las personas refugiadas a su configuración
cultural. Pero ¿Nos hemos detenido a pensar más allá de lo superficialmente
preconcebido? Yo no lo había hecho, no hasta escuchar la declaración de una de
las damnificadas.
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Fotografía fuente: Globovisión |
El motivo de la protesta estuvo fundamentado en la intención del gobierno de
turno de reubicar a las familias albergadas en apartamentos construidos en Los
Valles del Tuy. Ante esto me pregunto ¿A quién podría molestarle recibir un
apartamento nuevo y equipado? Porque, desde una perspectiva racional, lo lógico
es sentirse complacido, más por saber que de alguna u otra forma la deuda
social está comenzado a ser saldada.
¿Qué sucede entonces con estas personas? ¿Las protestas se deben netamente a
que son unos -como he venido escuchando- "desadaptados sociales"? La
verdad, me niego a aceptar tan absurda vinculación. Porque, como diría
Miguelina Montiel (una de mis más respetadas profesoras) "siempre existe
algo tras bastidores"; por ese motivo no debemos cegarnos ante los
indicadores.
Hace unos días, en el marco de la presentación de la Memoria y Cuenta del
último período de gestión del Presidente Hugo Chávez, el Diputado Julio Borges
formuló una interrogante que bien habría podido pasarme desapercibida a no ser
por la respuesta del Presidente; la cual, más que una razón me pareció una
excusa.
Se intenta justificar que, incluso después de haber transcurrido casi dos años
del ingreso, aun exista altas cifras de familias en los diversos refugios
habilitados, alegando que no se ha podido reducir el número de refugiados
porque "la gente no se quiere ir de Caracas" Pero aquí, me atrevo a afirmar, no se trata de que la gente se quiera ir o no
porque teman encontrarse con una realidad distinta a la suya, ni tampoco a que
no quieran padecer un desarraigo cultural.
El problema de fondo no es ninguna de esas razones. La realidad nos indica que
sencillamente no se puede vivir sin Caracas, o peor aún, no se puede subsistir
fuera de ella. No precisamente porque la capital sea ese manojo de virtudes que
mencionaron alguna vez Piero y la Billo's en sus canciones. Actualmente existe
un grado de dependencia con esta ciudad porque, paradójicamente a lo que viene
estableciéndose en las Constituciones del 61 y del 99, no existe
descentralización. Los principales entes gubernamentales, las mayores fuentes
de empleo e instituciones educativas y en definitiva, gran parte de los
recursos de la renta petrolera se encuentran concentrados en la Gran Caracas.
Si nos detenemos a pensar, no es cuestión de marginalidad, de resistirse a
perder el arraigo a unas prácticas de vidas que les son propias. Se trata de no
querer ir a una localidad posiblemente desconocida, donde no se tiene la
certeza de contar con empleos donde se ejerza (si es el caso) la profesión para
la cual se han formado o el oficio en el que se han desenvuelto. Donde no se
sabe si contarán con buenas vías para movilizarse, la correcta recepción de
servicios básicos o un mercado en el que puedan disponer de los recursos que su
naturaleza humana requiere. Se trata de tener que adaptarse a las
circunstancias, porque para nadie es un secreto que en el interior del país no
se ofrece como es debido la "igualdad de oportunidades" contemplada
en materia de la Seguridad Social.
No culpemos entonces a los damnificados por su negativa, tomemos en cuenta el
verdadero contexto. Analicemos la situación del país, el funcionamiento de las
políticas implementadas, el cumplimiento de lo planificado en el actual Plan de
Desarrollo Económico y Social de la Nación. ¿Realmente se ha podido alcanzar
una "Nueva Geopolítica Nacional" (Noveno eje del Plan)? Queda a su
criterio dar respuestas a esta pregunta.
Dayana Márquez