domingo, 29 de enero de 2012


El dilema de los damnificados


Fotografía fuente: El Universal
    "Qué gente tan de lo último", esa fue la primera impresión que tuve al observar el caos dejado en las calles que bordean la Torre El Chorro; edificio que funciona como refugio para algunas de las familias que resultaron damnificadas luego del estado de contingencia generado por las lluvias suscitadas en el país desde septiembre del año 2010, hasta los primeros meses del siguiente año. 

Calles cerradas, restos de objetos quemados, vidrios quebrados, alimentos arrojados al pavimento, personas curiosas y unas cuantas decenas de Guardias Nacionales vigilando el lugar; es lo que puede apreciarse, hoy 26 de enero, al caminar por pleno Centro de Caracas e intentar aproximarse a la antigua "Torre Unión", sede actual de tres importantes Ministerios del país.


Lo que paso por mi mente al observar lo ocurrido ha sido un comentario cargado de prejuicios, pero así como yo, más de uno piensa de la misma manera. Posiblemente, la diferencia entre el resto de las personas y yo, es que me he detenido a reflexionar, más allá de lo que pasa, en el trasfondo de la situación.
Se muy bien que las zonas propensas a padecer ante una contingencia de orden natural son aquellas en las que las viviendas no cumplen con los correctos -o al menos los mínimos- requisitos para su construcción.



En Venezuela, la mayoría de viviendas que resultan afectadas están ubicadas en terrenos de alto riesgo. Por lo general, estos sectores son, socioeconómicamente hablando, los más deprimidos; mientras que las personas que se desenvuelven en este mundo de vida, sin intención de generalizar, divergen en las prácticas de vida con respecto a otras que habitan en zonas en las que se tiene mejores condiciones y mayores oportunidades de empleo y educación.



Los damnificados no son exclusivamente comunidades marginales. Pero, más allá de una mirada economicista, recordemos que la mayoría proviene de contextos en los que la ciudadanía termina configurándose con marcadas diferencias respecto al deber ser y actuar del resto de la sociedad; acciones que, a palabras de Edgardo Lander, no son más que meras acepciones eurocéntricas. Entonces bien, algo de justificación tengo al lanzar la afirmación con la que empiezo este escrito; pues, efectivamente, sus comportamientos han sido condenados históricamente por tratarse de prácticas culturalmente mal vistas.
Si llevamos este asunto a la realidad que hoy observo, podríamos asociar fácilmente el comportamiento de las personas refugiadas a su configuración cultural. Pero ¿Nos hemos detenido a pensar más allá de lo superficialmente preconcebido? Yo no lo había hecho, no hasta escuchar la declaración de una de las damnificadas.

Fotografía fuente: Globovisión




El motivo de la protesta estuvo fundamentado en la intención del gobierno de turno de reubicar a las familias albergadas en apartamentos construidos en Los Valles del Tuy. Ante esto me pregunto ¿A quién podría molestarle recibir un apartamento nuevo y equipado? Porque, desde una perspectiva racional, lo lógico es sentirse complacido, más por saber que de alguna u otra forma la deuda social está comenzado a ser saldada. 
¿Qué sucede entonces con estas personas? ¿Las protestas se deben netamente a que son unos -como he venido escuchando- "desadaptados sociales"? La verdad, me niego a aceptar tan absurda vinculación. Porque, como diría Miguelina Montiel (una de mis más respetadas profesoras) "siempre existe algo tras bastidores"; por ese motivo no debemos cegarnos ante los indicadores.



Hace unos días, en el marco de la presentación de la Memoria y Cuenta del último período de gestión del Presidente Hugo Chávez, el Diputado Julio Borges formuló una interrogante que bien habría podido pasarme desapercibida a no ser por la respuesta del Presidente; la cual, más que una razón me pareció una excusa.
Se intenta justificar que, incluso después de haber transcurrido casi dos años del ingreso, aun exista altas cifras de familias en los diversos refugios habilitados, alegando que no se ha podido reducir el número de refugiados porque "la gente no se quiere ir de Caracas" Pero aquí, me atrevo a afirmar, no se trata de que la gente se quiera ir o no porque teman encontrarse con una realidad distinta a la suya, ni tampoco a que no quieran padecer un desarraigo cultural.


El problema de fondo no es ninguna de esas razones. La realidad nos indica que sencillamente no se puede vivir sin Caracas, o peor aún, no se puede subsistir fuera de ella. No precisamente porque la capital sea ese manojo de virtudes que mencionaron alguna vez Piero y la Billo's en sus canciones. Actualmente existe un grado de dependencia con esta ciudad porque, paradójicamente a lo que viene estableciéndose en las Constituciones del 61 y del 99, no existe descentralización. Los principales entes gubernamentales, las mayores fuentes de empleo e instituciones educativas y en definitiva, gran parte de los recursos de la renta petrolera se encuentran concentrados en la Gran Caracas.


Si nos detenemos a pensar, no es cuestión de marginalidad, de resistirse a perder el arraigo a unas prácticas de vidas que les son propias. Se trata de no querer ir a una localidad posiblemente desconocida, donde no se tiene la certeza de contar con empleos donde se ejerza (si es el caso) la profesión para la cual se han formado o el oficio en el que se han desenvuelto. Donde no se sabe si contarán con buenas vías para movilizarse, la correcta recepción de servicios básicos o un mercado en el que puedan disponer de los recursos que su naturaleza humana requiere. Se trata de tener que adaptarse a las circunstancias, porque para nadie es un secreto que en el interior del país no se ofrece como es debido la "igualdad de oportunidades" contemplada en materia de la Seguridad Social.



No culpemos entonces a los damnificados por su negativa, tomemos en cuenta el verdadero contexto. Analicemos la situación del país, el funcionamiento de las políticas implementadas, el cumplimiento de lo planificado en el actual Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación. ¿Realmente se ha podido alcanzar una "Nueva Geopolítica Nacional" (Noveno eje del Plan)? Queda a su criterio dar respuestas a esta pregunta.

Dayana Márquez




jueves, 26 de enero de 2012

¡Bienvenidos!


Este primer post es para darles a todos aquellos que me visiten por acá, una calurosa bienvenida. Espero que les guste todo lo que publicaré en esta bitácora multicolor.

Les dejo una cancion de Il Divo para que disfruten de esta aventura que llamo blog.